¿Qué lugar le damos al niño hoy? ¿Le damos poder? ¿Le damos nuestro poder? ¿Nos quitamos responsabilidad como padres?
El niño pone en evidencia su desamparo y soledad al verse obligado a ser una especie de “falso adulto”. Los padres que les dan poder a sus hijos para que elijan y actúen como quieran están renunciando a su rol.
Se ponen al mismo nivel que sus hijos en un lugar infantil e inmaduro. Pretenden, en el nombre de los valores del respeto y la libertad, que ellos decidan sobre sus vidas. Tienen mucho miedo de equivocarse y no asumen su responsabilidad de educadores. ¡De eso no sé nada!, dicen.
Es cierto, nadie nace sabiendo ser padre. Educar es guiar, criar, alimentar, enseñar, estar presente y disponible, cuidar, hacerse cargo. Es dar a los hijos los medios para comprender e integrarse al mundo.
Es estimular el desarrollo de sus potencialidades. Pero dejarlos librados a su propio deseo es plantar en ellos la semilla de su propia destrucción, ya que la falta de límites va en esa dirección.
Repensar el rol paterno y superar el pánico a ser “represivo” es clave. Ante cualquier duda, se puede consultar a un profesional.
Esto favorecerá el aspecto más satisfactorio de la paternidad: ser un acompañante privilegiado en este camino del crecimiento por el territorio de la infancia. Corto y valioso tiempo de aprendizajes, pero los más trascendentales hacia el futuro.